El
autor se refiere a los movimientos sociales como palancas del cambio social;
éstos surgen como resultado de las inconformidades de las personas sobre las
condiciones de la vida diaria, cuando ni las instituciones, ni los gobiernos
responden a las necesidades de la sociedad civil, por lo que deciden tomar los
asuntos con sus propias manos, prescindiendo de la institucionalidad al
defender sus reivindicaciones. Esos cambios sociales llevan a acciones
colectivas e individuales que son causadas por emociones, lo que genera una
tensión entre el miedo como represor y la ira como emoción desencadenante, en donde
la superación de ese miedo lleva a la ira frente a un hecho de injusticia. En
ese sentido, las personas al vencer el temor, desafiando al poder y al orden
institucional establecido, corren riesgos cuando el poder ejerce el uso de la
fuerza para el mantenimiento de su orden.
En
el texto se plantea que la acción comunicativa dada en estos movimientos lleva
a la acción colectiva, lo que genera una emoción positiva y un entusiasmo que impulsa
la conexión de los individuos, transformándolos en un actor colectivo
consciente. Así, los avances tecnológicos han generado cambios en las redes de
comunicación horizontales de masas desde Internet y desde redes inalámbricas,
pues los cúmulos comunicacionales en donde se gestaban las redes generadoras de
iniciativas para el cambio social, hoy se han desplazado al ciberespacio, en
donde las interconexiones se establecen multidireccionalmente.
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Una
de las causas de esos movimientos sociales que estudia el autor, fue la crisis
financiera del 2008 que puso en entre dicho la prosperidad de occidente y la
reducción del llamado “estado de bienestar”. Sin embargo, no sólo es la pobreza
o las dificultades lo que logra una movilización, debe existir un sentimiento
para provocar una acción, y debe haber esperanza en que con las acciones se logrará
un cambio. De ahí que las luchas y las movilizaciones anteriores sean referentes
para avivar la esperanza; esas comunicaciones de referentes hoy en día se dan
desde Internet, y aunque sean en contextos diferentes, siempre hacen eco en los
imaginarios colectivos.
En
ese sentido, estos movimientos generalmente se forman por una chispa de
indignación; en este caso Youtube ha sido una de las principales herramientas
de movilización, ya que a través de imágenes se muestran los acontecimientos
que se repudian. De ese modo, los movimientos pueden ser virales y contagiar a
otros lugares de las iniciativas emprendidas, dando lugar a lo que el autor
llama el espacio de la autonomía. Este espacio de autonomía es el momento en
donde se da el paso de la indignación a la esperanza de estos colectivos,
mientras se mantiene un rechazo hacia los representantes, pues se dan reuniones
que involucran a la colectividad sin permitir que alguien tome decisiones por
su cuenta. De igual modo, se practica una democracia real desde el mismo
movimiento con la creación de redes horizontales multimodales, que dan paso a
la unidad como fuente de empoderamiento e inicio para alcanzar una comunidad en
donde se supera el miedo y se descubre la esperanza.
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Los
movimientos sociales en la actualidad poseen una característica en común, están
conectados en red de forma multimodal, no solo por Internet sino por telefonía
móvil u offline. Así, aunque estén arraigados en lo urbano en donde se expresan
las manifestaciones, la conexión continua ocurre en Internet. En esa medida, al
ser red de redes, estas estructuras organizativas no poseen centros desde donde
se expresa la información, es un grupo de nodos sin jerarquías verticales, ya
que se construyen horizontales y descentralizados, reconfigurándose a medida
que se transforma el movimiento, esto evita la ubicación de objetivos de
represión. De esa manera, las redes también evitan la burocratización del mismo
movimiento y a pesar de estar gestadas en la red, se emplazan siempre al
espacio urbano, por lo que es un fenómeno más bien híbrido, que va y viene del
ciberespacio al espacio urbano, lo que constituye el ya mencionado “espacio de
la autonomía”, caracterizado por la libertad para organizarse continuamente en
la red y su capacidad de transformación en la toma del espacio urbano y el desafío
a lo institucional.
Por
otra parte, estos movimientos sociales son locales y globales a la vez, se
crean en un contexto específico mientras que se conectan con redes a través de
internet, se debaten con otras colectividades además de inspirarse por otras
luchas, al tiempo en que se programan movilizaciones internacionales que se dan
en cada uno de los contextos locales simultáneamente; además, viven en una realidad
atemporal, rechazando el tiempo sumiso e impuesto, relacionándose en dos
momentos, uno ubicado en las experiencias y otro en las expectativas. Así, este
tipo de movimientos son altamente reflexivos y no violentos, se cuestionan constantemente
sobre sus razones de ser y estar, sus objetivos e identidad a través de foros
en internet. Asimismo, acuden a la desobediencia civil pacífica, ya que usan
como estrategia de legitimidad exponer en contraste la violencia del sistema
frente a su carácter pacífico.
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Ahora
bien, el tema de la violencia es analizado en torno a lo contradictorio que
resultan las imágenes del abuso policial frente a lo pacífico del movimiento, lo
que a su vez genera una tensión con el instinto de auto defensa. Son esas
imágenes de violencia las que pueden ser usadas para deslegitimar a cada uno de
los bandos; en esa medida, los medios masivos pueden usar las imágenes
selectivas para hacerles el juego a los políticos y líderes de opinión, ya que
la manera en cómo se maneje la escenificación de esa violencia, puede
determinar inclusive la vida o muerte de un movimiento.
Sin
embargo, aunque estos movimientos pueden ser considerados políticos en sentido
fundamental, su multiplicidad y numerosas reunificaciones, no les permite formalizar
ninguna organización o liderazgo, ya que cada propuesta o unión es para cada
caso, por lo que su fortaleza y a la vez debilidad, radica en no cumplir ningún
programa elaborado a partir de demandas concretas, pues no tienden a ser programáticos,
impidiendo de esa manera que se puedan canalizar en una acción política. Esto
se explica con el hecho de que aunque pretenden cambiar al Estado, no buscan apoderarse
de éste. No obstante, aunque no sean captados por los partidos políticos por su
falta de apoyo a fragmentos y gobiernos, sí suelen convertirse en objetivo del
marketing político.
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De
esta manera, aunque Internet no crea los movimientos sociales, sí es decisivo
en el proceso de comunicación para el establecimiento de las redes que hacen
posible la unión y la organización de dichos movimientos, protegiéndolos
inclusive de las amenazas del poder al que se enfrentan. No obstante, el uso de
la Internet va más allá de un uso instrumental, pues permite la supervivencia a
las amenazas y represiones de los espacios físicos, en donde se manifiesta y además
se comparte la cultura de la autonomía. En esa medida, Castell hace referencia
a la manera cómo se creó la Internet y sus características de libertad, mencionando
los códigos abiertos en relación a las proyecciones de los movimientos sociales
que buscan libertad, por eso considera a Internet como la plataforma cultural
por excelencia en estos contextos. Sin embargo, queda claro que no se trata de
un mundo virtual, es más bien una realidad híbrida, en donde se busca alcanzar
la utopía de una autonomía y una democracia directa en red y a través de la red
del sujeto frente a las instituciones de la sociedad, por lo que Internet juega
un papel fundamental como escenario para alcanzar dicha autonomía.
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Por
último, analiza la influencia que los movimientos sociales pueden tener de la
esperanza a la práctica, lo que recae en gran medida en la influencia que estos
movimientos tengan en los programas políticos, que puedan llegar a ser
influyentes facilitando u obstaculizando los objetivos de las agendas
programáticas de la política, ya que no rechazan la democracia representativa,
más sí su forma de práctica, que según estos movimientos resulta ilegitima. Sin
embargo, la influencia de estos movimientos se dejaría sentir en cuanto algunos
líderes o partidos políticos asuman algunos de sus temas y reivindicaciones.
Así, estos movimientos dice el autor, son diferentes a los movimientos de
protestas, pues éstos son movimientos culturales que buscan una autonomía
frente a las instituciones de la sociedad buscando un nuevo contrato social,
transformando los imaginarios colectivos y a través de la red transformar las
mentalidades, lo que se considera como la batalla más importante.
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Referencias.
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