Lévy inicia con lo que él llama las mutaciones contemporáneas de la relación con el
saber; éstas se manifiestan en tres elementos principalmente:
1.
La velocidad de aparición y renovación de los saberes en la actualidad es muy
alta; es la primera vez en la historia que las habilidades y destrezas
adquiridas al inicio de una carrera son obsoletas al final de la misma.
2.
Trabajar hoy en día está cada vez más compuesto por aprender, trasmitir y
producir conocimiento que repetir y reproducir un conocimiento aprendido.
3.
La amplificación de algunas funciones primitivas humanas relacionadas con las
tecnologías intelectuales sustentadas en el ciberespacio.
Además
de estos tres elementos, muestra que a través de la red resulta relativamente
fácil acceder a esas tecnologías intelectuales, situación que le otorga a la
inteligencia colectiva un mayor potencial, lo que favorece la aparición de nuevas
formas de acercarnos al conocimiento, de acceder a la información y de nuevos
estilos de razonamiento. Por tal razón, Lévy plantea que todo modelo educativo debe
tener en cuenta estas nuevas formas de construir el conocimiento.
Todos
los cambios que menciona el autor complejizan la manera como se deben concebir
las dinámicas educativas contemporáneas, por lo que es necesario generar
programas más particulares, abiertos, no lineales y consecuentes con las
singularidades de cada contexto. Lévy plantea que se requieren dos reformas
principalmente, la primera es la aclimatación de los dispositivos y del
aprendizaje abierto y a distancia (AAD), en donde el rol del educador también
se modifica, de difusor a guía; por su parte, la segunda se refiere al papel de
los centros educativos, que deben adaptarse también a esos cambios, pues si
bien ya no son los protagonistas en el proceso de enseñanza, en la creación y
trasmisión de conocimiento, pueden convertirse en orientadores de ese
aprendizaje autónomo e individual.
Por
otra parte, el autor expone una dicotomía entre un documento tradicional, categorizado
como algo estático y cerrado, en oposición a un documento expuesto en la red,
concebido como algo dinámico e interconectado, exaltando sus características de
flujo. De igual forma, analiza las particularidades que configuran una página
web, entendida como una parte del todo inconmensurable y a la vez como un
filtro en el océano de la información. En este contexto, hace mención a la
metáfora del navegar y el surfear sobre las olas y remolinos, en contra
posición con la antigua metáfora de escalar la pirámide del saber, la escalera
o el cursus del conocimiento; jerarquías inmóviles de tiempos pasados.
Describe
las características de la red como algo no jerarquizado, donde existen multitud
de puntos de vista en una articulación transversal, haciendo una analogía con
el rizoma, sin la presencia del punto de vista de un dios, o de lo que llama,
una unificación dominante. La Word Wide Web dice el autor, es un flujo, no está
fija en el tiempo y cada quien que participa en ella puede convertirse en
emisor y anchar la ola de información de la que está compuesta.
Así,
echa un vistazo a la historia, mostrando que el conocimiento era totalizable y
sumable a finales del siglo XVIII con los enciclopedistas; hace un paralelo
histórico respecto a las características del conocimiento, presentando a la
enciclopedia como el primer intento de dominar el conjunto de los principales
saberes en una época de coyunturas donde germinaba la revolución industrial. De
ese modo, con el paso del tiempo, ya en el siglo XIX, entre más se ampliaban
las fronteras del mundo occidental, menos se veía posible el dominio del saber
por unos pocos, y hoy en día es evidente que el conocimiento resulta ser
indominable e intotalizable. En ese sentido, el ciberespacio como
representación de lo contemporáneo, no significa entonces que todo sea
accesible sino más bien que todo está fuera de alcance.
Por
otro lado, menciona que aunque como individuos necesitamos proveernos de zonas
de familiaridad y construir cada quien nuestras propias totalidades parciales
de acuerdo a cada uno, hoy esas zonas de familiaridad y significación deben ser
necesariamente móviles y susceptibles al cambio; ya no haciendo referencia a la
gran barca, sino a muchas pequeñas barcas en el diluvio informacional
contemporáneo.
De
ese modo, explica el origen de las ideas que se encuentran plasmadas en las páginas
web y de la hipertextualidad en esos espacios de relaciones, en donde el
conocimiento es más visible y tangible cuando es expresado por una población, contrarrestando
la noción de que el ciberespacio resulta frívolo; por el contrario, afirma que
las redes interactivas son factores poderosos de personalización y encarnación
del conocimiento. Sin embargo, apunta a que no hay que alentar el exceso pero el
ciberespacio no es algo que genere aislamiento en sí, es un medio donde se
encuentran unos discursos plasmados por alguien más, haciendo una analogía con
la lectura del periódico; también enfatiza en la importancia del hipertexto y en
la posibilidad de transformar las modalidades de lectura; asegura que este
medio no evita que la gente siga encontrándose en persona, incluso a través de
éstos se organizan encuentros personales muy a menudo.
Ahora
bien, usando el concepto de ecología cognitiva, Lévy argumenta que aunque los
soportes de la información o las formas de comunicarnos no determinan los
contenidos, sí influyen en las características de nuestro propio conocimiento y
en el cómo percibimos el mundo; es en ese sentido donde la escritura estática
puede, si bien no desaparecer, ceder el rol dominante frente a la forma que
ofrece la cibercultura. De esa manera, ejemplifica esta situación refiriéndose
a las sociedades ágrafas, que utilizan diversos mecanismos de la memoria para
trasmitir información, condicionando de esa manera la forma cómo perciben y
organizan el mundo; en ese espectro, los cambios que da la cibercultura afectan
necesariamente la concepción que se tiene de la realidad y la manera como la
percibimos.
Asimismo,
se aproxima a las diversas formas en las que nos hemos acercado al
conocimiento; la primera, antes de la escritura, se encontraba sustentada en la
memoria, por lo que al morir un anciano, una biblioteca desaparecía con él;
luego se dio pasó al libro como elemento que contenía todo el conocimiento, y en
ese momento, el sujeto que interpretaba era el que dominaba el conocimiento; el
tercer momento es la biblioteca, como lugar donde reposa el saber; por último, Lévy
plantea que el ciberespacio puede ser la cuarta forma de acercarnos al
conocimiento, y más aún cuando la universalidad del saber científico reposa
también en la interconexión a tiempo real de la comunidad científica en el
ciberespacio.
En
ese sentido, el autor finaliza este capítulo mostrando a la simulación como un
nuevo modo de conocimiento producto de la cibercultura; como un elemento que apoya
a la memoria a corto plazo, permitiéndonos concentrarnos en otras operaciones más
complejas y detalladas. Por tanto, explica que la simulación no pretende
sustituir lo real pero sí permite el acercamiento a una multiplicidad de
hipótesis. Así, las tecnologías intelectuales deben ser entendidas no como
esquemas sustitutivos sino como generadoras de sinergias.
Capítulo XI
En este aparte el
autor centra más su atención en lo educativo; inicia su argumento mostrando el
aprendizaje a distancia (AAD) como una de las maneras más compatibles con las características
de la vida contemporánea, ya que cada vez hay más personas en formación, lo que
ha ocasionado una sobrepoblación de estudiantes en las universidades; situación
que evidencia la necesidad de brindar una mayor oferta de AAD. Además esta
modalidad es más susceptible a la personalización en la enseñanza y a su profesionalización,
respondiendo de ese modo a las necesidades particulares de cada estudiante. Asimismo,
no existe una gran diferencia entre la forma de enseñanza presencial y la AAD, por
el contrario, cada vez son menos atractivos los cursos con características
homogéneas que lleven una secuencia generalizada. No obstante, no se trata de cambiar
los medios solo para reducir las distancias y reproducir el mismo modelo de la
enseñanza presencial, de lo que se trata es de abrirse a un nuevo paradigma de
la educación guiado por la inteligencia colectiva y el aprendizaje cooperativo.
Esta nueva forma de enseñanza modifica al mismo tiempo el rol del maestro, pasando
de ser un difusor de conocimiento a un animador y provocador de la inteligencia colectiva, haciendo un acompañamiento y llevando
a cabo una gestión del aprendizaje.
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El
autor hace un llamado a que no se trata de usar de por sí la tecnología; lo que
han traído las propuestas de unas nuevas dinámicas educativas apoyadas en la
cibercultura, es el cuestionamiento de la institucionalidad, más que el paso de
lo presencial a lo “a distancia”, es cómo se pasa de un modelo anclado en una
formación institucional a una situación de intercambio generalizado de saberes,
a la enseñanza de la sociedad por ella misma. Esta nueva situación pone de
manifiesto el cambio de roles que ejercen los poderes públicos, ya que ahora pasarían
a garantizar la calidad y el acceso en una nueva economía del conocimiento que
deben incentivar.
De
ese modo, como al principio, Lévy plantea que los conocimientos obtenidos en el
pasado eran válidos durante toda una vida; no obstante, hoy los acelerados
ritmos y las constantes actualizaciones del conocimiento hacen que hayamos
pasado de un conocimiento legado a un conocimiento de flujo y caótico. Ese
flujo de conocimiento ya no pertenece a una elite, ya que actualmente cada vez más
le pertenece a la masa en su vida cotidiana y en su trabajo, mientras que los límites
entre el tiempo de aprendizaje y el tiempo de trabajo se difuminan en el aprendizaje
constante. Esos ahora estrechos límites entre el tiempo de aprendizaje, el laboral,
el social, etc., han generado otra manera de adquirir los saberes. Sin embargo,
dichos saberes no son muy validados, lo que pone en cuestión la enseñanza
frente al reconocimiento de los saberes, pues cada vez más los individuos
aprenden fuera de los entornos académicos. Así, finaliza planteando que los sistemas
de formación no pueden ser disonantes a los sistemas de reconocimiento; propone
en esa medida, una modalidad paralela al diploma, que sea capaz de otorgar un
reconocimiento a ciertos saberes hoy muy requeridos; y en ese contexto, el
ciberespacio puede jugar un papel fundamental en la difusión de ese
reconocimiento.
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Referencias.
Levy,
P (2007). Cibercultura: la cultura de sociedad digital. México: Antrophos.
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