miércoles, 5 de agosto de 2015

Reseña sobre "Sociedades del conocimiento: la construcción intercultural del saber." de Nestor García Canclini

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El autor inicia este texto argumentando que aunque actualmente se inviertan grandes cantidades de dinero y se perciba a la sociedad del conocimiento como una prioridad en las agendas internacionales y en las cumbres mundiales, todavía existen grandes diferencias a nivel mundial en cuanto al acceso de las TIC. En ese sentido expone la necesidad de comprender cómo las diferencias culturales influyen de manera concreta en la forma en que las sociedades se apropian del conocimiento, ya que esto al no ser tenido en cuenta puede generar diferencias y desigualdades; de ahí la importancia de ser cuidadosos al momento de generalizar sobre el concepto de sociedad del conocimiento. De esa manera, es importante atender dichas  desigualdades relacionadas a la distribución de la riqueza y el conocimiento, así como también debe tenerse en cuenta la diversidad cultural en la consideración teórica, la investigación empírica y el diseño de políticas en este campo.

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Es claro entonces que el autor tiene en cuenta las características del relativismo cultural como noción que cuestiona la supuesta superioridad de occidente, pues cada cultura es una sociedad de conocimiento, en tanto que sus saberes han sido siempre apropiados para sus contextos. Asimismo, cuestiona la noción de diferencia utilizada para remplazar la de desigualdad, en las interacciones entre diversas formas de conocimiento.

El autor se pregunta ¿Cómo se realiza ahora la construcción multicultural de los saberes? ¿Es posible fundamentar el sentido social con consensos interculturales? A lo que responde, que hablar de una sociedad global del conocimiento requiere necesariamente reconocer las formas diversas de construir conocimiento en la relatividad cultural. De esa manera, pone de manifiesto cómo la construcción de los estados-nación ordenaron de forma deliberada las características de lo que se concibe hoy como lo establecido, ya sea de una lengua hegemónica, una forma de educación o una creencia religiosa. Dejando entrever de ese modo, que las nociones de la sociedad del conocimiento están construidas sobre la base de las ciencias modernas y del conocimiento occidental, dando como resultado que en América latina por ejemplo, los saberes tradicionales se deban articular o subordinar generalmente al conocimiento científico.

Sin embargo, Canclini dilucida una posible coexistencia armónica entre las formas del conocimiento científico occidental y otras maneras de conocimiento, tomando como ejemplo algunos casos de oriente y Latinoamérica, que han articulado el conocimiento científico a sus propias dinámicas sin perder sus singularidades o esencias históricas, logrando una coexistencia entre ambas epistemologías.



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También plantea que la aceptación paulatina del multilingüismo y el aumento cada vez mayor de indígenas en la educación superior, lleva un cierto equilibrio entre lo tradicional y lo moderno, demostrando de esa manera que poco a poco se está propiciando la multiculturalidad y el respeto por formas oriundas de educación y gobierno, articuladas a su vez con las maneras propias de empoderarse de las tecnologías para la difusión de los conocimientos tradicionales, ya sea en lo folclórico u organizativo; exponiendo en este caso que las culturas tradicionales pueden pasar fácilmente a la segunda oralidad de los medios.


Canclini realiza un análisis de dos elementos cruciales en la relación de la diversidad cultural y la sociedad del conocimiento:


a) El papel hegemónico del inglés en la producción, circulación y apropiación de los saberes.


b) La interacción entre tecnologías comunicacionales, formas de conocimiento y estructuras de poder económico y cultural.

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En ese sentido, primero hace referencia a la globalización del inglés, a lo crítico de su importancia en el acceso a la información y a la posibilidad de ser excluido de acuerdo al nivel que se maneje de dicho idioma, no solo en el campo científico, sino también en lo relacionado a redes de saberes y representaciones socioculturales, como la industria audiovisual. Así, el autor afirma que el predominio del inglés da un énfasis y un estilo determinado de desarrollo de conocimiento, como lo hicieron en el pasado las lenguas hegemónicas como el latín o el sumerio, situación que también crea un distanciamiento frente a otras formas de elaboración simbólica y de comunicación.


Con el inglés se da la misma subordinación mono lingüista que los estados nacionales impusieron en el pasado y que aún hoy se reproduce a nivel global como lengua hegemónica, inclusive en los medios audiovisuales y electrónicos. Para Canclini, conviene en ese sentido postular el multilingüismo y el policentrismo, tanto en las ciencias como en las industrias culturales, pues resulta necesaria la diversidad en la producción y sobretodo en la distribución de los contenidos culturales de las industrias diferentes a las hegemónicas, centralizadas mayormente en Norteamérica.


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Por otra parte, plantea la necesidad de legislaciones que propendan por la protección y la diversidad en la sociedad el conocimiento. Hace referencias en ese sentido, a la falta de reglamentaciones actualizadas en la expansión de las industrias culturales, que vigilen la comercialización lucrativa de las diferencias subordinables.


También afirma que se mantiene una brecha entre los investigadores y las investigaciones del norte y del sur, pues cuando se hace investigaciones sobre América latina no se publican ni en español  ni en portugués. Este tipo de asimetrías en el poder del conocimiento, son hoy en día preponderantes. De esa manera, las diferencias socioculturales entre países y regiones, convertidas en asimetrías y desigualdades, exigen considerar la tensión entre la universalidad del conocimiento y las condiciones particulares de producción y enunciación de los saberes.

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De igual modo, enfatiza en que la diversidad se presenta como otro de los retos que la propuesta de la sociedad de la información y el conocimiento deben enfrentar, refiriéndose en ese aspecto a la necesidad de coherencia con dicha diferencia, de ahí lo fundamental en que la pertinencia curricular responda a los contextos reales de las IE, ya que la educación intercultural es la base central para ir hacia una verdadera sociedad del conocimiento sin segregaciones, teniendo en cuenta que conocer implica socializarse en el aprendizaje de las diferencias, en el discurso y la práctica de los derechos humanos interculturales. Por lo tanto, los conocimientos para situarnos en el mundo deben provenir tanto de lo global como del patrimonio histórico de cada sociedad.

Conjuntamente a lo anterior, el autor propone tratar de proporcionar infraestructura a las comunidades que no la poseen dentro de sus posibilidades, como el caso del uso de la energía solar para algunos pueblos indígenas. No obstante el autor aclara que son necesarios otros elementos más allá de la democratización informática, para que pueda adquirirse un conocimiento y no solo información que resultaría inútil para las poblaciones. Ahora bien, también se pregunta ¿Qué impacto tienen en los centenares de miles de pueblos y ciudades que carecen de equipamientos tecnológicos, y aun de electricidad? Se habla en ese sentido de un “tecnoapartheid” imbricado en un paquete complejo de segregaciones históricas y de cómo la brecha digital agudiza los contrastes entre regiones.

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Por último plantea la incógnita ¿Qué consecuencias tiene aceptar la diversidad cultural como ingrediente necesario para enriquecer el desarrollo de la sociedad del conocimiento? Dicho cuestionamiento implica buscar la compatibilidad del saber científico y de los que corresponden a otro orden de experiencias simbólicas y modelos cognitivos. Además resulta imprescindible aceptar que las desigualdades históricas son siempre los principales obstáculos. Por lo tanto, superar dichas desigualdades siempre ha sido uno de los mayores retos en la búsqueda de una sociedad del conocimiento, situación que obliga a disminuir la distribución desigual de la riqueza mediática y digital, proponiendo así un mayor multilingüismo policéntrico.


Canclini manifiesta que los problemas anteriores a la propuesta de una sociedad del conocimiento, como la inequidad, no se solucionarán con la simple expansión de las redes, ya que las desigualdades seguirán existiendo en esa interconexión. Es así que para el autor, hablar de una sociedad global de conocimiento y de una democracia intercultural, requiere necesariamente ampliar los horizontes culturales, ya que esto lleva a la búsqueda de un mayor conocimiento, no a una igualdad de comprensión pero sí a un acercamiento recíproco en la diferencia y el respeto por la diversidad cultural.



El autor concluye con que la sociedad del conocimiento es un proceso aún emergente que no se ha consolidado. Así, para pasar de la sociedad de la información a una verdadera sociedad del conocimiento, es indispensable comprender e integrara la diversidad cultural. En ese sentido, afirma que quizá la deficiente participación y representación de las diversas culturas en la llamada sociedad del conocimiento, podría llevarnos a concluir que ésta no existe, pues aún faltan muchos problemas por resolver para poder concebir un verdadero proyecto de una sociedad del conocimiento.


http://yoadopto.blogspot.com/2007/06/el-gobierno-aprueba-el-proyecto-de-ley.html

Referencias.

García Canclini, N (2004). Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de interculturalidad. Barcelona: Gedisa. Capítulo 9. Sociedades del conocimiento: la construcción intercultural del saber.





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